miércoles, 30 de julio de 2014

La Ladrona De Libros: Especial - Citas y Frases -

~ La muerte y tú ~ 
Primero los colores. 
Luego los humanos.                                                                     
Así es como acostumbro a ver las cosas.
O, al menos, así intento verlas. 
Un pequeño detalle: morirás. 

A veces llego demasiado pronto, me adelanto.

hay gente que se aferra a la vida más de lo esperado.

"Palabras en llamas arrancadas de sus frases." 


¿Sabes?,
Durante un breve instante, a pesar de todos los colores que se cruzan y se enfrentan 
con lo que veo en este mundo, suelo atisbar un eclipse cuando muere un humano. He visto millones. He visto más eclipses de los que quisiera recordar. 


"Viajé por todo el mundo como siempre, acompañando las almas hasta la cinta transportadora de la eternidad."

 - Visita guiada al sufrimiento -
A su izquierda,
Tal vez a su derecha,
Incluso puede que al frente,
Hay una pequeña habitación a oscuras.
Allí espera sentado un judío.
Apesta.
Está famélico.
Está asustado.
Por favor, intenta no Apartar la vista.

"Sus ojos no reaccionaron conmocionados. No se abrieron y cerraron de repente, ni parpadearon, ni pestañearon. Eso ocurre cuando despiertas de una pesadilla, no cuando despiertas en una pesadilla. No, sus ojos se abrieron a la fuerza, de la oscuridad a la penumbra. El cuerpo fue el primero en reaccionar, se enderezó y estiró un brazo para estrechar el aire." 

¿HAY ALGO PEOR QUE UN CHICO QUE TE ODIE? 
Un chico que te quiera.

"Te voy a ignorar tanto que dudarás de tu existencia."

Liesel le bajó un regalo a Max en Nochebuena: dos puñados de nieve. 'Cierra los ojos y abre las manos', le dijo. En cuanto sintió la nieve, Max Se estremeció y se echó a reír, pero no abrió los ojos, sino probó un pedacito. Dejó que se fundiera en sus labios.
"¿Es el parte meteorológico del día?"
Liessel se quedó a su lado.
Le tocó un brazo con suavidad.
Max volvió a llevarse la nieve a la boca.
"Gracias, Liessel."

"Si tus ojos pudieran hablar, ¿que dirían?"

"No puedo creerlo...." las palabras se deslizaban por los labios de Max Vamdenburg. "Mira como has crecido" había una profunda tristeza en sus ojos. Se llenaron de lágrimas. "Liessel... Me cogieron hace unos meses" Tenía la voz herida, pero logró llegar hasta la chica. "A medio camino de Stuttgart."

"Maldita sea la diecisiete vertical"

"Un ojo abierto.
El otro soñando."

- Un pasaje Nocturno -
Bastante más tarde caí en la cuenta de que ya había visitado el número treinta y tres de Himmelstrasse por esa época. Debió de ser una de las pocas  veces en la que la niña no estaba a su lado, pues lo único que vi fue un hombre postrado. Me arrodillé. Me prepare para meter las manos por debajo de las sábanas y entonces sentí un resurgir, Una lucha a muerte por sacárseme de encima. Me retiré y, con todo el trabajo que tenia por delante, fue agradable que me expulsaran de esa habitacioncita a oscuras. Incluso me permití una pausa, un breve disfrute de serenidad, con los ojos cerrados, antes de salir de allí.

"¿Como le regalas a alguien un pedazo de cielo?"

Había una vez un hombre bajito y extraño que decidió tres cosas importantes acerca de su vida:
1. Que se haría la raya del pelo en el lado contrario a todos los demás.
2. Que se dejaría un pequeño y extraño bigote.
3. Que un día dominaría el mundo.
El joven deambulo mucho tiempo pensando y planeando y calculando exactamente como someter al mundo. Entonces un día se le ocurrió el plan perfecto. Había visto a una madre paseando con su hijo. En cierto momento, la madre regaño al pequeño hasta que, al final este se echo a llorar. Al cabo de un rato, la madre le hablo con cariño y el niño se calmo e incluso sonrió.
El joven corrió hacia la madre y la abrazo.
"¡Palabras!"
Sonrió de oreja a oreja.
"¿Que?"
Pero el Hombre ya se había ido.

La lámpara ampliaba su sombra en la pared y lo convertía en un gigante que caminaba de un lado al otro.
Cuando se detuvo, la sombra se cernió sobre él, vigilante. 
Siempre había alguien vigilando. 

"Tuvo la impresión de haber salvado kilómetros, pues tardó varias horas en llegar a la copa, donde encontró a la recolectora de palabras dormida, envuelta entre mantas y nubes.
Se la quedó mirando largo rato. 
El sol calentaba el techo nublado.
Se agachó, le tocó el brazo y la recolectora de palabras se despertó. 
La niña se froto los ojos y después de mirar fijamente el rostro del leñador, habló. 
- ¿De verdad eres tu? 
'¿Fue de tu mejilla,-  pensó -, de donde recogí la semilla?'
El hombre asintió. 
Creyó que el corazón le daba un vuelco y Se agarro con más fuerza a las ramas. 
- Soy yo.
Se quedaron juntos en la copa del árbol. Esperaron a que las nubes se disiparan y cuando lo hicieron, vieron el bosque. 
- No dejará de crecer - aseguró la recolectora de palabras. 
- Pero este tampoco. 
El joven miro la rama qué le daba la mano. Tenia razón. 

Levanta ese ánimo —se dijo—. No puedes parecer asustado.
Lee el libro. 
Sonríe. 
Es un gran libro, el mejor libro que hayas leído jamás. 

—Podría ser peor —miró a los ojos judíos de su amigo—. Podría ser tú. 

Las palabras holgazaneaban en su boca a medida que iba descifrándolas, y aunque parezca raro conforme pasaba páginas y adelantaba capítulos sólo saboreaba dos palabras.
Mein KampfMi lucha. 
El título se repetía una y otra vez mientras el tren no dejaba de traquetear de una ciudad alemana a otra.
Mein Kampf.
Lo único que podría haberlo salvado...

Llevaba la maleta en una mano.
La otra todavía no había soltado el Mein Kampf.

A lo largo de los años he visto a muchos jóvenes que creen correr al encuentro de otros jóvenes.
No es así.
Corren a mi encuentro.

¿Todavía toca el acordeón? 
Era evidente que la verdadera pregunta era: ¿Todavía está dispuesto a ayudarme? 

¿Por qué no pelea?, se interrogó.
¿Dónde está la voluntad de seguir adelante? 

"Cuando la muerte venga a por mí, sentirá mi puño en su cara "juró el chico.
 A mi, personalmente, me gusta. Esa estúpida gallardía.
Si.
Me gusta mucho.

"Miré, sólo unos segundos."
Hacía veintidós meses que no veía el mundo exterior.
No hubo ni enfados ni reproches.
"¿Qué aspecto tenía?" preguntó Hans.
Max levantó la cabeza con gran pesar y estupefacción.
"Había estrellas"contestó. "Me quemaron los ojos."

La gente, los judíos y las nubes, todos se detuvieron, a mirar. 

Max observó a la joven y luego volvió la vista hacia el vasto y resplandeciente cielo azul. Contundentes rayos —columnas de sol— alcanzaban maravillados la calzada al azar. Las nubes arquearon la espalda para echar un vistazo atrás al reanudar la marcha. 
"Hace un dia precioso" Dijo Max con voz quebrada. 

"Por favor, a pesar de las amenazas anteriores, conserva la calma. Soló soy una fanfarrona,. No soy perversa. Soy lo que tiene que ser." 

"Cuando Max estaba en la bañera del tamaño de una jarra de cerveza, Liesel pegó la oreja a la puerta del baño, e imaginó el agua tibia convirtiéndose en vapor al calentar su cuerpo de carámbano." 

"Sus ojos eran cenagosos y marrones. Espesos y densos."

En la profunda oscuridad de mi corazón de siniestros latidos, lo se. Le habría gustado, sin duda. ¿lo ves? Hasta la muerte tiene corazón. 

¿Cómo acabó Max Vandendurg en la cama de Liesel? 

Se cayo. 

Se agachó cuando Liesel tropezó  y el judío, el asqueroso judío, la ayudo a levantarse. Necesito de todas sus fuerzas. 


«Liesel, esta historia es sólo un esbozo. Imaginé que tal vez serías demasiado mayor para esta clase de cuentos, pero quizá ninguno lo seamos. Pensé en ti, en tus libros y en tus palabras, y esta extraña historia me vino a la mente. Espero que te guste, aunque sólo sea un poco.»


«A menudo deseo que todo esto acabe, Liesel, pero entonces, no sé cómo, pasa algo... tú bajas al sótano con un muñeco de nieve en las manos.»

EL INTERCAMBIO DE PESADILLAS

La niña: Dime, ¿qué ves cuando tienes esos sueños?
El judío: ... Me veo a mí mismo volviéndome y despidiéndome.

"La memoria es el escribano del alma."
De aristóteles


De vez en cuando se subía el ejemplar del Mein Kampf y lo leía junto a las llamas, hirviendo de indignación. En la tercera ocasión, Liesel por fin reunió el valor suficiente para hacerle la pregunta.

—¿Es... bueno? 
Max la miró, apretó el puño y volvió a abrir la mano. Alejada la rabia, le sonrió. Se retiró hacia atrás el flequillo plumoso de los ojos.
—Es el mejor libro que he leído en mi vida —miró a Hans y de nuevo a la niña—. Me salvó la vida. 
Liesel se acercó un poco más y cruzó las piernas. En voz baja, le preguntó:
—¿Cómo?

"A veces la voz de Max Vamdenburg rezumaba humor, aunque estaba hecha de materia rasposa, como una piedra restregada con suavidad contra una roca. En algunos lugares no tocaba fondo y se consumía con el áspero vaivén, a veces despedazándose por completo. Era abisal cuando hablaba de arrepentimiento y se desgajaba al final de un chiste o cuando se menospreciaba."


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